A menudo se nos dice que lo que no importa son las circunstancias de la vida, sino cómo reaccionamos a ellas. Es cierto. En vez de estar tratando siempre de cambiar nuestras circunstancias, debemos pensar más en cambiarnos a nosotros mismos.
Hay diferentes modos en los que la gente responde a los acontecimientos adversos. El primero es estoicamente. Esto significa que son completamente impasibles, apretando los dientes sin mostrar ninguna emoción. Su política es: “cooperar con lo inevitable”.
Otros responden histéricamente. Se derrumban emocionalmente con grandes clamores, lágrimas y demostraciones físicas espectaculares. Algunos reaccionan derrotistamente. Se rinden en un despreciable desaliento. En casos extremos esto puede terminar en suicidio.
El cristiano normal responde sumisamente. El creyente razona: “Esto no sucedió por accidente. Dios controla todo lo que llega a mi vida. No ha cometido un solo error. Ha permitido que esto suceda para glorificarse a Sí mismo, bendecir a los demás y hacerme bien. No puedo ver el pleno desarrollo de Su programa, sin embargo, confiaré en Él. De modo que me inclino ante Su voluntad y oro pidiendo que se glorifique a Sí mismo y me enseñe lo que desea que aprenda”.
Hay otro modo en el que algunos santos escogidos reaccionan, es decir, triunfalmente. No me atrevo a contarme entre este número, aunque aspiro a formar parte de su compañía. Estos son los que usan la adversidad como un trampolín para la victoria. Transforman lo amargo en dulce y las cenizas en belleza. No dejan que las circunstancias les gobiernen, más bien hacen que las circunstancias les sirvan. En este sentido, son “más que vencedores”. He aquí unas cuantas ilustraciones.
Había una cristiana cuya vida parecía estar llena de decepciones y frustración. No obstante su biógrafo escribió: “Hizo de las negativas de Dios magníficos ramos de flores”.
Ciertos creyentes en un país oriental habían sido atacados con piedras por una multitud encolerizada. Cuando estos mismos creyentes regresaron, construyeron una capilla con las piedras que les habían sido arrojadas.
Después de comprar una casa, un hombre encontró una inmensa piedra en medio de su jardín. Decidió hacer un jardín adornado de piedras.
E. Stanley Jones decía: “Usa tus negativas y conviértelas en puertas”, como alguien dijo: “Cuando la vida te da limones, haz limonada”.
Me gusta especialmente la historia del hombre a quien su doctor le dijo que perdería un ojo y tendría que usar un ojo de cristal. Su respuesta inmediata fue: “Asegúrese de ponerme uno que pueda guiñar”. A esto le llamo yo vivir por encima de las circunstancias.
William MacDonald
De día en día ("Editorial Discípulo")