Versículo del día 18/12/2013.

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lucas 21:33).

La Palabra de Dios no sólo es eterna; su cumplimiento es absolutamente seguro. En Mateo 5:18, el Señor Jesús dijo que ni una jota ni una tilde pasarán de la ley, hasta que todo se haya cumplido. Una jota es una letra del alfabeto hebreo que se parece a una coma o a un apóstrofe. Una tilde es un rasgo pequeño de una letra hebrea; podemos compararla con el trazo inferior de la letra mayúscula E que la distingue de la F. En otras palabras, Jesús nos dice que la Palabra de Dios se cumplirá hasta en los detalles más insignificantes.

Juliano el Apóstata, un emperador romano que vivió en el 331-336 d.C. decidió refutar la Biblia y desacreditar al cristianismo. El pasaje particular que escogió fue Lucas 21:24, “Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”. Comenzó por animar a los judíos a que reconstruyeran el templo. Según el historiador Gibbon en su obra: El Ocaso y Caída del Imperio Romano, se pusieron a trabajar ansiosamente, empleando en su extravagancia hasta palas de plata y llevando la basura en velos de púrpura. Pero mientras trabajaban, fueron interrumpidos por un terremoto y por bolas de fuego que salían de la tierra. Tuvieron que abandonar el proyecto. 

Casi 600 años antes de Cristo, Ezequiel profetizó que la Puerta Oriental de Jerusalén sería cerrada y que permanecería así hasta que “el príncipe” viniera (Ez. 44:3). Muchos estudiantes de la Biblia entienden que “el príncipe” es el Mesías. La puerta, posteriormente llamada la Puerta Dorada, fue cerrada por el Sultán Sulemán en el 1543 d.C. En el plan que tenía el Kaiser Guillermo para capturar Jerusalén, esperaba entrar por esta puerta, pero su esperanza se vio frustrada. La puerta permanece cerrada.

Voltaire se jactaba de que la Biblia sería un libro muerto en un término de 100 años. Cuando pasaron los cien años, Voltaire ya había muerto y su casa se convirtió en la sede central de la Sociedad Genovesa de la Biblia. Ingersoll hizo un alarde similar. Decía que la Biblia estaría en el depósito de cadáveres en un lapso de quince años. Mas fue él, y no la Biblia, quien fue a dar al depósito. La Biblia sobrevive a todos sus críticos.
Podríamos pensar que los hombres al fin despertarán al hecho de que la Biblia es la Palabra eterna de Dios y que nunca pasará. Pero, como dijo Jonathan Swift: “No hay nadie tan ciego como aquel que no quiere ver”.

William MacDonald

De día en día ("Editorial Discípulo")