IGLESIAS CRISTIANAS DE RESTAURACIÓN Y
VIDA.
Como
agrupación religiosa nosotros creemos:
Que el propósito de Dios hacia la
humanidad es buscar y salvar lo que se había perdido, recibir adoración de todo
ser humano, y edificar un cuerpo a la imagen de su Hijo.
Que estos creyentes, salvados y separados
del mundo, constituyen el cuerpo o la iglesia de Jesucristo edificada y establecida
sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo la principal piedra
angular Jesucristo mismo.
Que los miembros del cuerpo, la iglesia
(ecclesia) de Jesucristo, deben congregarse regularmente para la adoración, la
comunión, el consejo y la instrucción en la palabra de Dios, la obra del
ministerio y para el ejercicio de aquellos dones espirituales y oficios
provistos para la iglesia según el Nuevo Testamento.
Que es evidente que las primeras iglesias
de la era apostólica celebraban sus reuniones como un cuerpo representativo de creyentes
salvados y llenos del Espíritu Santo que ordenaban y enviaban evangelistas y
misioneros, y que bajo la supervisión del Espíritu Santo nombraban pastores y
maestros para la iglesia.
Que la principal razón de ser de las Iglesias
Cristianas de Restauración y Vida es servir como una agencia de Dios para
evangelizar al mundo, constituirse en un cuerpo corporativo en el que el hombre
pueda adorar a Dios, y ser un canal para el propósito de Dios de edificar un
cuerpo de santos en proceso de ser perfeccionados a la imagen de su Hijo.
Que las Iglesias Cristianas de
Restauración y Vida existen con el único propósito de dar continuo énfasis a
esta razón de ser según el modelo apostólico del Nuevo Testamento, enseñando y
animando a los creyentes a ser bautizados en el Espíritu Santo, lo que los capacita
para evangelizar en el poder del Espíritu con señales y milagros
sobrenaturales, agregando así una dimensión necesaria a una relación de
adoración con Dios y ayudándolos a responder a la plena obra del Espíritu en la
manifestación de frutos y dones y ministerios como en los tiempos del Nuevo
Testamento para la edificación del cuerpo de Cristo.
Que somos una confraternidad cooperativa
de creyentes pentecostales, bautizados en el Espíritu Santo que reconoce y
fomenta los métodos y el orden bíblicos para la adoración, la unidad, la
comunión, la obra y los negocios para Dios; y oponerse a métodos, doctrinas, y
conducta no bíblicos, esforzándose por guardar la unidad del Espíritu en el
vínculo de la paz, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de
la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
Verdades fundamentales:
La Biblia es nuestra regla suficiente de
fe y conducta. Esta Declaración de verdades fundamentales tiene el solo objeto de
ser base de la confraternidad entre nosotros (v.g., que todos hablemos una
misma cosa, 1 Corintios 1:10; Hechos 2:42). La fraseología que se usa en esta
declaración no es inspirada ni indisputable, pero la verdad que se presenta se
considera esencial para un ministerio del evangelio completo. No se afirma que
esta declaración contenga toda la verdad bíblica, sólo que abarca nuestra
necesidad respecto a estas doctrinas fundamentales.
1. La inspiración de las Escrituras
Las Escrituras, tanto el Antiguo
Testamento como el Nuevo Testamento, son verbalmente inspiradas por Dios y son
la revelación de Dios al hombre, la regla infalible e inapelable de fe y
conducta (2 Timoteo 3:15-17; 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Pedro 1:21).
2. El único Dios verdadero
El único Dios verdadero se ha revelado
como el eterno existente en sí mismo “YO SOY”, el Creador del cielo y de la tierra
y Redentor de la humanidad. Se ha revelado también encarnando los principios de
relación y asociación como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo (Deuteronomio
6:4; Isaías 43:10,11; Mateo 28:19; Lucas 3:22).
LA DEIDAD ADORABLE
(a)
Definición de términos
Las palabras trinidad
y personas,
según se relacionen con la Deidad, aunque no se encuentran en la Biblia, están
en armonía con ella; consecuentemente, podemos comunicar a los demás nuestro
entendimiento inmediato de la doctrina de Cristo respecto al Ser de Dios, según
se distingue de “muchos dioses y muchos señores”. Por tanto podemos hablar
debidamente del Señor nuestro Dios, que es un solo Señor, como una Trinidad o
como un Ser de tres personas, sin apartarnos por ello de las enseñanzas
bíblicas (como ejemplo, Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Juan 14:16,17).
(b)
Distinción y relación en la Deidad
Cristo enseñó una distinción de personas
en la Deidad que expresó en términos específicos de relación, como Padre, Hijo,
y Espíritu Santo, pero que esta distinción y relación, en lo que a su forma se
refiere, es inescrutable e incomprensible, pues la Biblia no lo explica (Lucas
1:35; 1 Corintios 1:24; Mateo 11:25- 27; 28:19; 2 Corintios 13:14; 1 Juan 1:3,
4).
(c)
Unidad del único ser del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo
En consecuencia, de la misma manera, hay eso
en el Padre que lo constituye Padre y
no Hijo; hay eso en el Hijo que lo
constituye Hijo y no Padre; y hay
eso en el Espíritu Santo que lo constituye Espíritu
Santo y no Padre ni Hijo. Por lo que el Padre es el Engendrador; el
Hijo es el Engendrado; y el Espíritu Santo es el que procede del Padre y del
Hijo. Así que, por cuanto estas tres personas de la Deidad están en un estado de
unidad, existe un solo Señor Dios Todopoderoso y tiene un solo nombre (Juan
1:18; 15:26; 17:11, 21; Zacarías 14:9).
(d)
Identidad y cooperación en la Deidad
El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo no
son idénticos en lo que respecta a persona;
ni se les confunde en cuanto a relación;
ni están divididos en cuanto a la Deidad; ni opuestos
en cuanto a cooperación.
El Hijo está en el Padre y el
Padre está en el Hijo en cuanto
a relación. El Hijo está con el Padre y el
Padre está con el Hijo, en
cuanto a confraternidad. El Padre no procede del Hijo, sino el
Hijo procede del Padre, en lo que respecta a autoridad.
El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, en cuanto a naturaleza,
relación, cooperación y autoridad. Por tanto, ninguna de las personas de la
Deidad existe ni opera separada o independientemente de las otras (Juan
5:17-30, 32, 37; 8:17, 18).
(e)
El título Señor Jesucristo
El título Señor
Jesucristo es un nombre propio. En el Nuevo Testamento
nunca se le aplica al Padre ni al Espíritu Santo. Por tanto pertenece
exclusivamente al Hijo de Dios (Romanos 1:1-3, 7; 2 Juan 3).
(f)
El Señor Jesucristo, Dios con nosotros
El Señor Jesucristo, en lo que respecta a
su naturaleza divina y eterna, es el verdadero y unigénito Hijo del Padre, pero
en lo que respecta a su naturaleza humana, es el verdadero Hijo del Hombre.
Consecuentemente, se le reconoce como Dios y hombre; quien por ser Dios y
hombre, es “Emanuel”, Dios con nosotros (Mateo 1:23; 1 Juan 4:2, 10, 14;
Apocalipsis 1:13, 17).
(g)
El título Hijo de Dios
Siendo que el nombre Emanuel
comprende lo divino y lo humano, en una sola persona, nuestro
Señor Jesucristo, el título Hijo de Dios describe
su debida deidad, y el título Hijo del Hombre su
debida humanidad. De manera que el título Hijo de Dios pertenece
al orden de la eternidad, y el título Hijo del Hombre al
orden del tiempo (Mateo 1:21-23; 2 Juan 3; 1 Juan 3:8;
Hebreos 7:3; 1:1-13).
(h)
Transgresión de la doctrina de Cristo
Por tanto, es una transgresión de la
doctrina de Cristo decir que el Señor Jesús derivó el título de Hijo
de Dios sólo del hecho de la encarnación, o por su
relación con la economía de la redención. De modo que negar que el Padre es un
Padre verdadero y eterno y que el Hijo es un Hijo verdadero y eterno es negar
la distinción y relación en el Ser de Dios; una negación del Padre y del Hijo;
y una substitución de la verdad de que Jesucristo fue hecho carne (2 Juan 9;
Juan 1:1, 2, 14, 18, 29, 49; 1 Juan 2:22, 23; 4:1-5; Hebreos 12:2).
(i)
Exaltación de Jesucristo como Señor
El Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo,
después de limpiarnos del pecado con su sangre, se sentó a la diestra de la Majestad
en las alturas, sujetándose a Él ángeles, principados, y potestades. Después de
ser hecho Señor y Cristo, envió al Espíritu Santo para que en el nombre de
Jesús se doble toda rodilla y confiese que Jesucristo es el Señor para la
gloria de Dios el Padre hasta el fin, cuando el Hijo se sujete al Padre para
que Dios sea todos en todo (Hebreos 1:3; 1 Pedro 3:22; Hechos 2:32-36; Romanos
14:11; 1 Corintios 15:24-28).
(j)
Igual honor para el Padre y el Hijo
Siendo que el Padre ha dado al Hijo todo
juicio, no es solo un deber de todos en el
cielo y en la tierra postrarse ante Él, sino que es un gozo inefable
en el Espíritu Santo adscribir al Hijo todos los atributos de
la deidad y rendirle todo el honor y la gloria contenidos en todos los nombres
y títulos de la Deidad, excepto los que denotan relación (ver los párrafos b, c
y d), honrando así al Hijo como se honra al Padre (Juan 5:22, 23; 1 Pedro 1:8;
Apocalipsis 5:6-14; Filipenses 2:8, 9; Apocalipsis 7:9, 10; 4:8-11).
3. La deidad del Señor Jesucristo
El Señor Jesucristo es el eterno Hijo de
Dios. La Biblia declara:
a. Su nacimiento virginal (Mateo 1:23; Lucas
1:31, 35).
b. Su vida sin pecado (Hebreos 7:26; 1 Pedro
2:22).
c. Sus milagros (Hechos 2:22; 10:38).
d. Su obra vicaria en la Cruz (1 Corintios
15:3; 2 Corintios 5:21).
e. Su resurrección corporal de entre los
muertos (Mateo 28:6; Lucas 24:39; 1 Corintios 15:4).
f. Su exaltación a la diestra de Dios
(Hechos 1:9, 11; 2:33; Filipenses 2:9-11; Hebreos 1:3).
4. La caída del hombre
El hombre fue creado bueno y justo; porque
Dios dijo:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen,
conforme a nuestra semejanza”. Sin embargo, el ser humano por su propia voluntad
cayó en transgresión, sufriendo así no sólo la muerte física sino también la
espiritual, que es la separación de Dios (Génesis 1:26, 27; 2:17; 3:6; Romanos
5:12-19).
5. La salvación del hombre
La única esperanza de redención para el
hombre es a través de la sangre derramada de Jesucristo, el Hijo de Dios.
a. Condiciones para
la salvación. La salvación se recibe a través del
arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo. El hombre se
convierte en hijo y heredero de Dios según la esperanza de vida eterna por el
lavamiento de la regeneración, la renovación del Espíritu Santo y la justificación
por la gracia a través de la fe (Lucas 24:47; Juan 3:3; Romanos 10:13-15;
Efesios 2:8; Tito 2:11; 3:5-7).
b. Evidencias de la
salvación. La evidencia interna de la salvación es el
testimonio directo del Espíritu (Romanos 8:16). La evidencia externa ante todos
los hombres es una vida de justicia y verdadera santidad (Efesios 4:24; Tito
2:12).
6. Las ordenanzas de la iglesia
a. El bautismo en
agua. Las Escrituras establecen la ordenanza del bautismo en agua por
inmersión. Todos los que se arrepienten y creen en Cristo como Salvador y Señor
deben ser bautizados. De esta manera declaran ante el mundo que han muerto con
Cristo y que han sido resucitados con Él para andar en nueva vida (Mateo 28:19;
Marcos 16:16; Hechos 10:47, 48; Romanos 6:4).
b. La santa
comunión. La Cena del Señor, que consiste en la participación
de las especies eucarísticas “el pan y el fruto de la vid”, es el símbolo que
expresa nuestra participación de la naturaleza divina de nuestro Señor
Jesucristo (2 Pedro 1:4); un recordatorio de sus sufrimientos y de su muerte (1
Corintios 11:26); una profecía de su segunda venida (1 Corintios 11:26); y un
mandato a todos los creyentes “¡hasta que él venga!”
7. El bautismo en el Espíritu Santo
Todos los creyentes tienen el derecho de
recibir y deben buscar fervientemente la promesa del Padre, el bautismo en el Espíritu
Santo y fuego, según el mandato del Señor Jesucristo. Esta era la experiencia
normal y común de toda la primera iglesia cristiana. Con el bautismo viene una
investidura de poder para la vida y el servicio y la concesión de los dones espirituales
y su uso en el ministerio (Lucas 24:49; Hechos 1:4, 8; 1 Corintios 12:1-31).
Esta experiencia es distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a ella
(Hechos 8:12-17; 10:44-46; 11:14-16; 15:7-9). Con el bautismo en el Espíritu
Santo el creyente participa de experiencias como la de ser lleno del Espíritu
(Juan 7:37-39; Hechos 4:8); una mayor reverencia hacia Dios (Hechos 2:43;
Hebreos 12:28); una consagración más intensa a Dios y una mayor dedicación a su
obra (Hechos 2:42); y un amor más activo a Cristo, a su Palabra, y a los perdidos
(Marcos 16:20).
8. La evidencia física inicial del bautismo en el Espíritu Santo
El bautismo de los creyentes en el
Espíritu Santo se evidencia con la señal física inicial de hablar en otras
lenguas como el Espíritu los dirija (Hechos 2:4). El hablar en lenguas en este
caso es esencialmente lo mismo que el don de lenguas (1 Corintios 12:4-10, 28),
pero es diferente en propósito y uso.
9. La santificación
La santificación es un acto de separación
de todo lo malo, y de dedicación a Dios (Romanos 12:1, 2; 1 Tesalonicenses
5:23; Hebreos 13:12). La Biblia prescribe una vida de “santidad sin la cual
nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Por el poder del Espíritu Santo podemos
obedecer el mandato que dice: “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15,
16). La santificación se opera en el creyente cuando éste reconoce su identidad
con Cristo en su muerte y su resurrección, por fe se propone vivir cada día en
esta unión con Cristo, y somete todas sus facultades al dominio del Espíritu
Santo (Romanos 6:1-11, 13; 8:1, 2, 13; Gálatas 2:20; Filipenses 2:12, 13; 1
Pedro 1:5).
10. La Iglesia y su misión
La Iglesia es el cuerpo de Cristo, la
morada de Dios por el Espíritu Santo, con el encargo divino de llevar a cabo su
gran comisión. Todo creyente, nacido del Espíritu Santo, es parte integral de
la asamblea general e iglesia de los primogénitos, que están inscritos en los
cielos (Efesios 1:22, 23; 2:22; Hebreos 12:23). Siendo que el propósito de Dios
en relación con el hombre es buscar y salvar lo que se había perdido, ser
adorado por el ser humano y edificar un cuerpo de creyentes a la imagen de su
Hijo, la principal razón de ser de las Iglesias Cristianas de Restauración y
Vida es:
a. Ser una agencia de Dios para la
evangelización del mundo (Hechos 1:8; Mateo 28:19, 20; Marcos 16:15, 16).
b. Ser un cuerpo corporativo en el que el
hombre pueda adorar a Dios (1 Corintios 12:13).
c. Ser un canal para el propósito de Dios de
edificar un cuerpo de santos en proceso de ser perfeccionados a la imagen de su
Hijo (Efesios 4:11-16; 1 Corintios 12:28; 14:12).
Las
Iglesias Cristianas de Restauración y Vida existen expresamente para dar continuo
énfasis a esta razón de ser según el modelo apostólico del Nuevo Testamento,
enseñando a los creyentes y alentándolos a que sean bautizados en el Espíritu
Santo. Esta experiencia:
a. Los capacita para evangelizar en el poder
del Espíritu con señales y milagros (Marcos 16:15-20; Hechos 4:29-31; Hebreos
2:3, 4).
b. Agrega una dimensión necesaria a la
adoración y a la relación con Dios (1 Corintios 2:10-16; 1 Corintios 12-14)
c. Los capacita para responder a la plena
manifestación del Espíritu Santo en la expresión de frutos, dones y ministerios
como en los tiempos del Nuevo Testamento, para la edificación del cuerpo de
Cristo (Gálatas 5:22-26; 1 Corintios 14:12; Efesios 4:11, 12; 1 Corintios
12:28; Colosenses 1:29).
11. El ministerio
Nuestro Señor ha provisto un ministerio
que constituye un llamamiento divino y ordenado con el triple propósito de
dirigir a la iglesia en:
(1) la
evangelización del mundo (Marcos 16:15-20),
(2) la adoración a
Dios (Juan 4:23, 24), y
(3) la edificación
de un cuerpo de santos para perfeccionarlos a la imagen de su
Hijo
(Efesios 4:11, 16).
12. Sanidad divina
La sanidad divina es una parte integral
del evangelio. La liberación de la enfermedad ha sido provista en la expiación y
es el privilegio de todos los creyentes (Isaías 53:4, 5; Mateo 8:16, 17;
Santiago 5:14-16).
13. Mayordomía financiera
Reconocemos como un deber y un privilegio
de los cristianos, en uso de su libertad y como fieles mayordomos de Cristo
poder contribuir para el sostenimiento de la obra del Señor con sus ofrendas y
primicias, así como con el pago de sus diezmos.
Los diezmos deben ser usados para el
sostenimiento de los ministros activos, no para beneficencia o construcción de
templos.
Todos los ministros deben ser diezmadores,
practicando lo que predican. Levítico 27:30; Nehemías 10:38; Malaquías 3:10;
Mateo 23:23; Hechos 8:7.
14. La esperanza bienaventurada
La resurrección de los que han muerto en
Cristo y su arrebatamiento junto con los que estén vivos en la segunda venida
del Señor es la esperanza inminente y bienaventurada de la Iglesia (1
Tesalonicenses 4:16, 17; Romanos 8:23; Tito 2:13; 1 Corintios 15:51, 52).
15. El reino milenario de Cristo
La segunda venida de Cristo incluye el
rapto de los santos, que es nuestra esperanza bienaventurada, seguido por el regreso
visible de Cristo con sus santos para reinar sobre la tierra por mil años
(Zacarías 14:5; Mateo 24:27-30; Apocalipsis 1:7; 19:11-14; 20:1-6). Este reino
milenario traerá la salvación de Israel como nación (Ezequiel 37:21, 22;
Sofonías 3:19,20; Romanos 11:26, 27) y el establecimiento de una paz universal (Isaías
11:6-9; Salmo 72:3-8; Miqueas 4:3, 4).
16. El juicio final
Habrá un juicio final en el que los
pecadores muertos serán resucitados y juzgados según sus obras. Todo aquel cuyo
nombre no se halle en el Libro de la Vida, será confinado a sufrir castigo
eterno en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda, junto
con el diablo y sus ángeles, la bestia, y el falso profeta (Mateo 25:46; Marcos
9:43-48; Apocalipsis 19:20; 20:11-15; 21:8).
17. Los cielos nuevos y la tierra nueva
“Pero
nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los
cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21 y 22).