Dos veces en Juan 5 el Señor Jesús dice que no puede hacer nada por Sí mismo. En el versículo 19, afirma: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo...” Y una vez más en el versículo 30, declara: “No puedo yo hacer nada por mí mismo...”
Nos sentimos decepcionados cuando leemos por primera vez estos versículos. Parecen decir que Jesús estaba limitado en Su poder, igual que nosotros. Pero si Él es Dios, como Él decía ser, debe ser Omnipotente. ¿Cómo entonces decía que no podía hacer nada por Sí mismo? Ciertamente, los enemigos del Evangelio han empleado estos versículos para mostrar que Jesús era un hombre solamente con todas las limitaciones de la humanidad.
¡Pero veámoslo más de cerca! Nuestro Señor no estaba hablando de Su poder físico. Lo que insistía era que estaba tan dedicado a la voluntad de Su Padre que no podía hacer nada por Su propia iniciativa. Era tan moralmente perfecto que no podía actuar por Su cuenta. No deseaba nada aparte de la voluntad de Dios.
Tú y yo no debemos decir que no podemos hacer nada por nosotros mismos. Con mucha frecuencia actuamos independientemente del Señor y tomamos decisiones sin consultarle. Cedemos a la tentación con pleno conocimiento de que estamos pecando. Escogemos nuestra propia voluntad por encima de la Suya. El Señor Jesús no podía hacer ninguna de estas cosas.
Por lo tanto, en vez de sugerir que Jesucristo era débil y finito, estos versículos demuestran exactamente lo contrario, que era divinamente perfecto. Esto queda claro leyendo los versículos enteros en lugar de detenernos a la mitad. Lo que Jesús dijo en el versículo 19 era que: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. En otras palabras, el Hijo no podía actuar independientemente del Padre, pero puede hacer todo lo que el Padre hace. Ésta es una afirmación de igualdad con Dios.
Una vez más en el versículo 30, el Señor Jesús dice: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”. Esto significa que Él tomó decisiones solamente sobre la base de las instrucciones que había recibido de Su Padre, y que Su sumisión completa a la voluntad de Dios aseguraba que estas decisiones eran correctas.
J. S. Baxter señala que en este pasaje Cristo afirma siete veces Su igualdad con Dios. Igual en trabajo (v. 19); igual en conocimiento (v. 20); igual en poder para resucitar (vv. 21, 28, 29); igual en juicio (vv. 22, 27); igual en honra (v. 23); igual en capacidad para regenerar (vv. 24-25); igual en autosuficiencia (v. 26). Nuestro Salvador no es una criatura frágil y débil con poder limitado sino el Dios Omnipotente manifestado en carne.
William MacDonald
De día en día ("Editorial Discípulo")