Versículo del día 13/11/2013.

“...pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante” (Filipenses 3:13b).

Cuando leemos estas palabras, solemos pensar que Pablo estaba hablando de sus pecados pasados. Sabía que éstos habían sido perdonados, que Dios los había echado a Sus espaldas y que jamás los volvería a recordar. Por esta razón Pablo estaba determinado a olvidarlos también y a proseguir a la meta, para conseguir el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Consideró que ésta es una aplicación válida del versículo. Pero en este pasaje Pablo no está pensando en sus pecados. Más bien habla de las cosas de las que podría jactarse: su linaje, su religión antigua, su celo y justicia legal. Estas cosas ahora ya no significaban nada para él. Estaba determinado a olvidarlas.

Esto me recuerda a John Sung, el devoto evangelista chino que fue a los Estados Unidos para prepararse. Cuando volvía a China, escribe Leslie Lyall: “llegó el día cuando el barco se acercaba al fin de su viaje. John Sung bajó a su camarote y sacó de su equipaje sus diplomas y medallas, y las arrojó al mar, excepto su diploma de doctor que retuvo para satisfacer a su padre. Éste último fue enmarcado y está colgado en su antigua casa. El predicador W. B. Cole lo vio allí en 1938. Cuando el Dr. Sung notó que Cole lo miraba, le comentó: “Cosas como ésta son inútiles. No significan nada para mí”.

“¡Debe haber grandes renuncias si queremos que haya grandes carreras cristianas!” Las palabras del Dr. Denney podrían haber sido escritas con el Dr. Sung en mente. Éste es probablemente el secreto más grande de la carrera de John Sung: llegó un día en el que renunció a todo lo que este mundo aprecia tanto”.

No permitas, Señor, que de nada me ufane 
Sino en la Cruz de Cristo mi Dios;
Las cosas que me cautivan vanas son,
Que las tenga por basura para que así te gane.

Los honores del hombre son cosas transitorias y vacías. Se estiman por un momento y luego se llenan de polvo con el paso de los años. La Cruz es toda nuestra gloria. Hagamos de ella nuestra ambición para agradar a Aquél que murió y resucitó por nosotros. Todo lo que importa es escuchar Su: “¡Bien hecho!” y ser aprobado por Dios. Debemos renunciar a todo lo demás para ganar este galardón.

William MacDonald

De día en día ("Editorial Discípulo")