Hay dos clases de grandeza en el Nuevo Testamento y nos será de ayuda distinguirlas. Hay una grandeza vinculada con la posición que cada uno tiene y otra asociada con el carácter personal.
Al hablar de Juan el Bautista, Jesús dijo que no había profeta más grande que él (Lc. 7:28). El Salvador hablaba aquí de la grandeza de la posición de Juan. Ningún otro profeta tuvo el privilegio de ser el precursor del Mesías. Esto no quiere decir que Juan tuviera mejor carácter que cualquiera de los profetas del Antiguo Testamento, sino solamente que tuvo el privilegio incomparable de dar a conocer al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Jesús dijo a los discípulos en Juan 14:28, “El Padre mayor es que yo”. ¿Dio a entender que su Padre era más grande personalmente? No, porque todos los miembros de la Deidad son iguales. Lo que quería decir era que el Padre estaba entronizado en la gloria celestial mientras que Él era despreciado y rechazado por los hombres en la tierra. Los discípulos debieron haberse regocijado al saber que Jesús regresaba al Padre porque de este modo tendría la misma posición gloriosa del Padre.
Todos los creyentes disfrutan de una gran posición a causa de su identificación con el Señor Jesús. Son hijos de Dios, herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús.
Pero el Nuevo Testamento habla también de la grandeza personal. Por ejemplo, en Mateo 20:26-27, el Señor dijo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo”. La grandeza a la que aquí se refiere es del carácter personal, demostrada por una vida de servicio a los demás.
A la mayoría de los hombres de este mundo sólo les interesa la grandeza en lo que respecta a su posición. El Señor Jesús se refería a esto cuando dijo: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores” (Lc. 22:25). Pero en lo que respecta a su carácter personal, pueden estar totalmente desprovistos de grandeza. Pueden ser adúlteros, desfalcadores o alcohólicos.
El cristiano se da cuenta de que la grandeza posicional sin grandeza de carácter no aprovecha para nada. Lo que cuenta es lo que la persona lleva por dentro. El fruto del Espíritu es más importante que un lugar de honor en la escala corporativa. Es mejor figurar entre los santos que entre las estrellas.
William MacDonald
De día en día ("Editorial Discípulo")