Lo que contamina al hombre
Mateo 15:1-39 “(1)
Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén,
diciendo: (2) ¿Por qué tus discípulos quebrantan la
tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan. (3) Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios
por vuestra tradición? (4) Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre;(A)
y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.(B) (5) Pero vosotros decís:
Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello
con que pudiera ayudarte, (6) ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis
invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. (7) Hipócritas, bien
profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: (8) Este pueblo de labios me honra;
Mas su corazón está
lejos de mí. (9) Pues en vano me honran,
Enseñando como
doctrinas, mandamientos de hombres.(C) (10) Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended:
(11)
No lo que entra en la boca contamina al hombre;
mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. (12) Entonces acercándose sus discípulos, le
dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra? (13) Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será
desarraigada. (14) Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al
ciego, ambos caerán en el hoyo.(D) (15) Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta
parábola. (16) Jesús dijo: ¿También
vosotros sois aún sin entendimiento?
(17)
¿No entendéis que todo lo que entra en la boca
va al vientre, y es echado en la letrina? (18) Pero lo que sale de
la boca, del corazón sale;(E) y esto contamina al hombre. (19) Porque del corazón
salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. (20) Estas cosas son las
que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al
hombre.
La fe de la mujer cananea
(21) Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de
Tiro y de Sidón. (22) Y he aquí una mujer
cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de
David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un
demonio. (23) Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces
acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras
nosotros. (24) El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de
Israel. (25) Entonces ella vino y se postró ante él,
diciendo: ¡Señor, socórreme! (26)
Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan
de los hijos, y echarlo a los perrillos.
(27)
Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que
caen de la mesa de sus amos. (28) Entonces
respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe;
hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Jesús sana a muchos
(29) Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de
Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.
(30)
Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos,
mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los
sanó; (31) de manera que la multitud se maravillaba,
viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los
ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.
Alimentación de los cuatro mil
(32) Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que
están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea
que desmayen en el camino. (33) Entonces
sus discípulos le dijeron: ¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el
desierto, para saciar a una multitud tan grande? (34) Jesús les dijo: ¿Cuántos
panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos. (35) Y mandó a la multitud que se recostase en
tierra. (36) Y tomando los siete panes y los peces, dio
gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la
multitud. (37) Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron
lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas. (38) Y eran los que habían comido, cuatro mil
hombres, sin contar las mujeres y los niños.
(39)
Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino a la región de
Magdala.