Seguidores, Tempestad y Endemoniados



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Imágen tomada de Alfa Omega Magazine

Los que querían seguir a Jesús



Mat 8:18-34(18)  Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado.  (19)  Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.  (20)  Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.  (21)  Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.  (22)  Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.



Jesús calma la tempestad



(23)  Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron.  (24)  Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía.  (25)  Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!  (26)  El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.  (27)  Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?



Los endemoniados gadarenos



(28)  Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino.  (29)  Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?  (30)  Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos.  (31)  Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos.  (32)  El les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas.  (33)  Y los que los apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados.  (34)  Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos.”