Imágen tomada del Blog de Vivian Zavala |
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
Mat 9:18-38 “(18) Mientras él les decía estas cosas, vino un
hombre principal y se postró ante él, diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven
y pon tu mano sobre ella, y vivirá. (19) Y se
levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos.
(20)
Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se
le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; (21) porque decía dentro de sí: Si tocare
solamente su manto, seré salva. (22) Pero
Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija;
tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. (23) Al entrar Jesús en la casa del principal,
viendo a los que tocaban flautas, y la gente que hacía alboroto, (24) les dijo: Apartaos,
porque la niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. (25) Pero cuando la gente había sido echada fuera,
entró, y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó. (26) Y se difundió la fama de esto por toda
aquella tierra.
Dos ciegos reciben la vista
(27) Pasando Jesús de allí, le siguieron dos
ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de
David! (28) Y llegado a la casa, vinieron a él los
ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto?
Ellos dijeron: Sí, Señor. (29) Entonces
les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os
sea hecho. (30) Y los
ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. (31) Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él
por toda aquella tierra.
Un mudo habla
(32) Mientras salían ellos, he aquí, le trajeron
un mudo, endemoniado. (33) Y echado
fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: Nunca se
ha visto cosa semejante en Israel. (34) Pero los
fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
La mies es mucha
(35) Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas,
enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y
sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. (36) Y al ver las multitudes, tuvo compasión de
ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen
pastor. (37) Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. (38) Rogad, pues, al Señor
de la mies, que envíe obreros a su mies.”