“Digo, pues: Andad en el Espíritu...” (Gálatas 5:16).

¿Qué significa andar en el Espíritu? Algunos piensan que esto es complicado e impracticable, pero en realidad no es así. ¡Imaginemos cómo sería un día caminando en el Espíritu!

Primero, comienza el día con oración. Es necesario que confieses todo pecado conocido ya que así te dispones para que Dios te use como vaso limpio. Pasa un tiempo de alabanza y adoración; esto afinará tu alma. Entrégale las riendas de tu vida, y así estarás preparado para que el Señor viva Su vida a través de ti. En este acto de compromiso y entrega: “renuncias a hacer planes y le cedes el gobierno de tu vida”.

En seguida, abres tu Biblia y te alimentas de la Palabra de Dios. Aquí recibes un bosquejo general de la voluntad de Dios para tu vida. Y también puede que recibas de Dios alguna instrucción específica para hacer frente a tus circunstancias presentes.

Después de pasar este tiempo en quietud, te levantas para hacer todas las cosas que están al alcance de tu mano. Por lo general éstas son las obligaciones comunes, rutinarias y mundanas de la vida. Aquí es donde mucha gente tiene ideas equivocadas. Suponen que caminar en el Espíritu no tiene nada que ver con el mundo de los delantales y guardapolvos. Es precisamente en este terreno donde debemos ser fieles y diligentes, llevando a cabo nuestro trabajo diario.

En el trascurro del día, cuando te acuerdas de algún pecado cometido, lo confiesas y abandonas. Al hacer memoria de Sus bendiciones lo alabas, dispuesto a obedecer a todo impulso para hacer el bien y rechazar toda tentación al mal.

Es importante que sepas y aceptes que todo lo que sucede durante el día es Su voluntad para ti. Las interrupciones vienen a ser oportunidades para ministrar. Las decepciones forman una parte importante de Su plan así como lo son las llamadas telefónicas, cartas, visitantes, etc.

Harold Wildish citaba el siguiente sumario en uno de sus libros:

“De la misma manera que dejas toda la carga de tus pecados y descansas en la obra consumada de Cristo, así también deja toda la carga de tu vida y servicio, y descansa en la obra interior presente del Espíritu Santo”.

“Entrégate mañana a mañana a la dirección del Espíritu Santo y continúa alabándole en reposo, rogándole que te dirija a ti y a tu día. Cultiva el hábito de depender gozosamente de Él momento a momento y de obedecerle, esperando que te guíe, ilumine, censure, enseñe, use y haga en ti y contigo lo que desea. Cuenta como un hecho que Él obrará en ti, aparte de la vista o los sentimientos. Solamente creamos y obedezcamos al Espíritu Santo como quien gobierna nuestra vida, y renunciemos a tratar de manejarnos a nosotros mismos; entonces el fruto del Espíritu aparecerá en nosotros, como Él quiera, para la gloria de Dios”.

William MacDonald

De día en día ("Editorial Discípulo")