Versículo del día 07/11/2013.

“¿De qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?” (Santiago 2:14).

Santiago no dice que el hombre del versículo de hoy tenga fe. El hombre mismo dice que la tiene, pero si realmente tuviera la fe que salva, tendría obras también. Su fe es un asunto de palabras nada más y esa clase de fe no puede salvar a nadie. Las palabras sin obras están muertas. 

La salvación no se obtiene por las obras. Tampoco se consigue por la fe más obras. Más bien, es por la clase de fe que resulta en buenas obras.

¿Por qué, entonces, Santiago dice en el versículo 24 que un hombre es justificado por las obras? ¿No hay una clara contradicción con la enseñanza de Pablo, de que somos justificados por la fe? En realidad no hay contradicción. Ambas posiciones son ciertas. El hecho es que hay seis aspectos diferentes de la justificación en el Nuevo Testamento:

Somos justificados por Dios (Ro. 8:33), es Él quien nos considera como justos.
Somos justificados por gracia (Ro. 3:24), Dios nos da la justificación como un don gratuito e inmerecido.
Somos justificados por la fe (Ro. 5:1), recibimos este don por creer en el Señor Jesucristo.
Somos justificados por la sangre (Ro. 5:9), la sangre preciosa de Cristo es el precio que se pagó por nuestra justificación.
Somos justificados por poder (Ro. 4:25), el poder que resucitó a nuestro Señor Jesucristo de los muertos es el que hace posible nuestra justificación.
Somos justificados por las obras (Stg. 2:24), las buenas obras son la evidencia externa para todos de que hemos sido verdaderamente justificados.

No es suficiente testificar que tuvimos una vez una experiencia de conversión. Debemos demostrarla por las buenas obras que inevitablemente siguen al nuevo nacimiento.

La fe es invisible. Es una transacción invisible que ocurre entre el alma y Dios. La gente no puede ver nuestra fe, pero pueden ver las buenas obras que son el fruto de la fe salvadora. Mientras no vean las buenas obras tienen razón en dudar de nuestra fe.

La buena obra de Abraham fue su disposición a matar a su hijo como una ofrenda a Dios (Stg. 2:21). La buena obra de Rahab fue traicionar a su país (Stg. 2:25). La razón por la que fueron “buenas” obras es porque demostraron fe en Jehová. De otro modo habrían sido malas obras, es decir, asesinato y traición.

El cuerpo separado del espíritu está muerto. En esto consiste la muerte, la separación del espíritu del cuerpo. Asimismo la fe sin obras está muerta. No tiene vida, es impotente e inoperante. 

Un cuerpo vivo demuestra que un espíritu invisible mora dentro de él. Así las buenas obras son la señal segura de que hay fe salvadora, invisible como es, habitando dentro de la persona.

William MacDonald

De día en día ("Editorial Discípulo")