Marcos 12:43 "Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;"
¿Ha sentido algún día esa extraña sensación de sacar todo lo que trae consigo en el bolsillo para dárselo a otra persona, en ocasiones algún familiar o vecino, o inclusive algún desconocido?
Habrá quien diga que se trata de una locura, o un impulso causado por la sensibilidad, yo prefiero pensar que el Espíritu de Dios esta dando una indicación, sobre todo cuando aparentemente la persona a la cual se le entregará el dinero no está en necesidad.
Pero ¿Cuál es nuestra respuesta?, a lo mejor decimos calmate corazón de pollo, te vas a quedar sin nada y luego que vas a comer en la semana, o bien decimos yo creo que Dios no me puede estar pidiendo eso, él sabe que me quedaría sin nada. Lo cierto es que nos cuesta trabajo desprendernos en especial del dinero.
Pero entonces que pasaba por la cabeza de esta viuda cuando puso en el arca todo lo que tenía, si todos llevaban lo que les sobraba, ¿porque ella llevo todo lo que tenía?, es muy simple la respuesta, porque ella dependía totalmente de Dios, no de un trabajo, no de sus pertenencias, no de sus fuerzas, exclusivamente de Dios, por tanto sabía que si Dios estaba viendo su necesidad la supliría y más aún si veía en ella esa confianza desmedida hacia él.
Recuerdo que hace años estando en Tijuana, Baja California, me encaminaba a la puerta de la casa de unos hermanos para regresar a casa, eran como las 9:30 de la noche, caminaría al menos 45 minutos para llegar, de pronto me alcanzó una de las hermanas que vivía en esa casa, me preguntó ¿ya se retira hermano?, me extendió la mano y me dijo Dios le bendiga, colocándome una moneda para pagar el transporte, le dije hermana no se preocupe, a lo que respondió: se que se iría caminando y es peligroso, además por favor no me quite la bendición de ayudarle.
Con lágrimas en los ojos me alejé del lugar, por supuesto después de agradecerle a la hermana y a Dios, esta hermana tenía tres hijos, su esposo la había abandonado y lo que ganaba trabajando en las maquiladoras apenas le alcanzaba para sus gastos, no dudo que esa moneda fuera lo único que tuviera, pero eso no importó, me ayudó para evitarme el peligro en el regreso a casa. Sin duda Dios se lo tomo en cuenta y de algún modo se lo regreso y multiplicado al 100 al 70 o al 30 por uno, porque sabía que aunque ese no era el interés de ella, si tenía necesidad y mucha.
Reflexionemos en esto el día de hoy, aprendamos a depender totalmente de Dios y que nuestra condición no nos impida desprendernos de las cosas materiales para ayudar a otros.